MediciónCuestionarios autoinformados
Medición

Cuestionarios autoinformados (Y-BOCS, OCI-R, MOCI…)

Importancia de los cuestionarios autoinformados en la evaluación del TOC

Los cuestionarios autoinformados constituyen una herramienta fundamental para evaluar el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) de forma estandarizada. A diferencia de las entrevistas clínicas estructuradas (vistas en la sección 4.1), estos cuestionarios permiten medir la severidad y la variedad de síntomas directamente desde la perspectiva del paciente, de manera rápida y económica. Su uso complementa la entrevista diagnóstica, facilitando el cribado inicial, el establecimiento de una línea base cuantitativa de síntomas y el seguimiento de la evolución durante el tratamiento (Stanford Medicine, 2020) (Oliveira et al., 2025). Además, los datos autoinformados pueden captar aspectos subjetivos del malestar que podrían no emerger plenamente en una entrevista clínica breve. Muchos de estos instrumentos han sido validados científicamente, mostrando alta confiabilidad y validez en la medición de síntomas obsesivo-compulsivos (Overduin & Furnham, 2012). Por ejemplo, escalas ampliamente usadas como la Y-BOCS, el OCI-R y el DOCS presentan buenas propiedades psicométricas en cuanto a consistencia interna, sensibilidad al cambio y capacidad diagnóstica, lo cual las hace valiosas tanto en entornos clínicos como de investigación (Abramowitz et al., 2010); (Foa et al., 2002); (Goodman et al., 1989) (Oliveira et al., 2025).

No obstante, es importante reconocer también las limitaciones inherentes a los autoinformes. Debido a que típicamente se administran de forma retrospectiva (p.ej., pidiendo recordar síntomas en las últimas semanas), pueden estar sujetos a sesgos de memoria o percepción del propio paciente (Oliveira et al., 2025). En el TOC, esto es especialmente relevante: las personas con TOC a menudo experimentan incertidumbre sobre si realizaron o no ciertas acciones, y la tendencia a la duda puede reducir la confianza en sus recuerdos (Oliveira et al., 2025) (Sher et al., 1989). Investigaciones han mostrado que quienes realizan comprobaciones repetitivas tienden a tener peor recuerdo de sus acciones y menor confianza en su memoria (Sher et al., 1989) (Oliveira et al., 2025). Por ello, los resultados de cuestionarios autoinformados deben interpretarse considerando el contexto clínico, y a veces complementarse con información de familiares o con evaluaciones objetivas. A pesar de estas limitaciones, los autoinformes estandarizados siguen siendo un pilar en la evaluación del TOC, proporcionando métricas comparables y ayudando a identificar las dimensiones sintomáticas predominantes en cada paciente. A continuación, se describen los principales cuestionarios autoinformados empleados en TOC, sus características, fortalezas y consideraciones de uso.

Escala Yale-Brown de Obsesiones y Compulsiones (Y-BOCS)

La Escala Yale-Brown de Obsesiones y Compulsiones (Y-BOCS, por sus siglas en inglés) es ampliamente reconocida como el estándar oro para cuantificar la severidad del TOC (Goodman et al., 1989) (Stanford Medicine, 2020).

Aunque originalmente fue concebida como una escala administrada por el clínico, incluye un checklist de síntomas que puede ser llenado por el paciente, por lo que a menudo se emplea en formato de autoinforme combinado con entrevista (Stanford Medicine, 2020).

La Y-BOCS evalúa por separado las obsesiones y las compulsiones a través de 10 ítems de severidad (5 para obsesiones y 5 para compulsiones). Cada ítem se puntúa de 0 a 4, con lo cual la puntuación total varía de 0 a 40 puntos (Stanford Medicine, 2020). Los ítems abarcan cinco dimensiones clave tanto para obsesiones como para compulsiones:

  • Tiempo/duración dedicado
  • Interferencia en la vida cotidiana
  • Malestar o ansiedad generado
  • Grado de resistencia que la persona intenta ejercer
  • Grado de control percibido sobre el síntoma

Estas dimensiones permiten captar no solo la frecuencia de los síntomas sino también su impacto y el esfuerzo del paciente por controlarlos.

Puntuación e interpretación

Tradicionalmente se han establecido rangos de gravedad para interpretar la puntuación total de la Y-BOCS. Un puntaje total de 0–7 se considera indicativo de síntomas subclínicos, 8–15 corresponde a TOC leve, 16–23 a moderado, 24–31 a severo, y 32–40 a muy severo o extremo (Stanford Medicine, 2020)(Stanford Medicine, 2020).

0–7
Síntomas subclínicos
8–15
TOC leve
16–23
TOC moderado
24–31
TOC severo
32–40
TOC muy severo o extremo

Además, la Y-BOCS es sensible al cambio clínico, por lo que se utiliza frecuentemente para evaluar la respuesta al tratamiento. Por ejemplo, reducciones de aproximadamente un 25% en la puntuación total suelen asociarse a una mejoría clínica leve o moderada, mientras que disminuciones de ≥35% se consideran una respuesta terapéutica marcada, típicamente equivalente a que el paciente esté “mucho” o “muchísimo” mejor en escalas globales de impresión clínica (Stanford Medicine, 2020). En ensayos controlados, usualmente una reducción ≥35% en Y-BOCS se toma como criterio de respuesta positiva al tratamiento (Stanford Medicine, 2020).

Propiedades psicométricas

La Y-BOCS fue desarrollada por Goodman et al. a fines de la década de 1980, demostrando ya en su estudio original una alta validez y fiabilidad (Goodman et al., 1989).

Presenta una elevada consistencia interna y concordancia interevaluador, dado su formato estructurado de entrevista (Goodman et al., 1989). Estudios posteriores han confirmado que la Y-BOCS posee buena validez concurrente (correlaciona fuertemente con otras medidas de TOC) y sensibilidad al cambio, lo que la hace adecuada para detectar mejoras clínicas (Goodman et al., 1989).

No obstante, algunos trabajos han cuestionado ciertos aspectos de su estructura factorial: por ejemplo, análisis de componentes principales han hallado a veces una división de factores diferente a la originalmente supuesta (obsesiones vs. compulsiones). En particular, se ha debatido la utilidad de los ítems de “resistencia” al síntoma, ya que a veces muestran menores cargas factoriales y podrían no aplicarse a todos los pacientes (p. ej., aquellos con insight muy pobre) (Yale-Brown Obsessive Compulsive Scale: The dimensional structure revisited, s. f.) (Yale-Brown Obsessive Compulsive Scale: The dimensional structure revisited, s. f.).

A pesar de estas discusiones, la escala completa sigue siendo la herramienta más difundida. Se han publicado revisiones sobre posibles mejoras, incluyendo una Y-BOCS-II que ajustó el lenguaje de algunos ítems para mayor claridad y eliminó la puntuación de resistencia, enfocándose más en la severidad intrínseca de los síntomas (Yale-Brown Obsessive Compulsive Scale: The dimensional structure revisited, s. f.) (Yale-Brown Obsessive Compulsive Scale: The dimensional structure revisited, s. f.). Estas versiones revisadas buscan optimizar la validez factorial, pero mantienen la esencia clínica de la escala original.

Uso clínico y recomendaciones

Organismos internacionales y guías de práctica suelen recomendar la Y-BOCS para la evaluación de severidad en TOC, especialmente en contextos especializados. Por ejemplo, el National Institute of Mental Health (NIMH) y ensayos clínicos regulados por la FDA la emplean como outcome primario de eficacia terapéutica. La Guía NICE del Reino Unido también la reconoce para monitorear la gravedad y respuesta al tratamiento.

En la práctica, se sugiere que el clínico revise junto al paciente la lista de síntomas Y-BOCS (que abarca diversas obsesiones y compulsiones comunes) antes de puntuar los ítems de severidad (Stanford Medicine, 2020). Esto asegura que ambos (paciente y evaluador) tengan una comprensión compartida de cuáles son las obsesiones/compulsiones relevantes a calificar. La lista actúa además como una intervención psicoeducativa breve, ayudando al paciente a identificar y nombrar sus síntomas, lo cual puede reducir la confusión o negación inicial acerca del TOC (Stanford Medicine, 2020)(Stanford Medicine, 2020).

En suma, la Y-BOCS aporta un marco estructurado para cuantificar el TOC, combinando la perspectiva subjetiva del paciente con la evaluación experta, y permitiendo comunicar la gravedad de forma estandarizada (por ejemplo, para documentar que un paciente tiene TOC grave con puntuación 28/40). Gracias a su amplia difusión, existen adaptaciones y datos normativos en numerosos idiomas, incluyendo una versión en español validada, lo que facilita su uso transcultural (Goodman et al., 1989); (Stanford Medicine, 2020).

Inventario Obsesivo-Compulsivo Revisado (OCI-R)

El Inventario Obsesivo-Compulsivo Revisado (OCI-R, Obsessive-Compulsive Inventory-Revised) es un cuestionario autoinformado breve diseñado para evaluar la presencia y severidad de síntomas específicos de TOC en seis dominios representativos. Fue desarrollado por Foa et al. (2002) como una versión abreviada y mejorada del inventario original OCI, eliminando redundancias y simplificando la puntuación (Senanayake et al., 2018) (Senanayake et al., 2018).

El OCI original incluía múltiples ítems por síntoma y escalas separadas de frecuencia e intensidad, mientras que el OCI-R optimizó el formato para hacerlo más eficiente sin perder fiabilidad (Foa et al., 2002).

Estructura y contenido

El OCI-R consta de 18 ítems en total. Cada ítem describe una experiencia obsesiva o compulsiva específica (p. ej., Me lavo las manos con mucha frecuencia o durante períodos muy prolongados). El respondiente califica cuánto le ha molestado o perturbado cada pensamiento o conducta durante el último mes, en una escala tipo Likert de 5 puntos que va de 0 (Nada) a 4 (Extremadamente) (Foa et al., 2002).

Los ítems se agrupan en seis subescalas de 3 ítems cada una, que corresponden a las áreas sintomáticas más típicas del TOC:

  • lavado/contaminación
  • verificación (checking)
  • orden/simetría
  • obsesiones puras (pensamientos intrusivos no relacionados con las otras categorías)
  • acumulación (hoarding)
  • neutralización mental (p. ej., repetir mentalmente palabras para contrarrestar una obsesión)

Estas agrupaciones reflejan tanto dimensiones clásicas (lavado, verificación, orden) como otras que amplían la cobertura hacia síntomas que el MOCI u otros instrumentos previos no medían adecuadamente (acumulación y neutralización) (Senanayake et al., 2018) (Foa et al., 2002).

La puntuación total del OCI-R se obtiene sumando todos los ítems (rango de 0 a 72 puntos) (Greenspace Health), mientras que cada subescala ofrece un subtotal (rango 0–12) útil para perfilar el tipo de TOC predominante en el individuo.

Propiedades psicométricas

Numerosos estudios han demostrado que el OCI-R posee una excelente consistencia interna global (alfa de Cronbach típicamente > 0,85 para la puntuación total) y alfas adecuadas en cada subescala (generalmente 0,80 o superiores) (Foa et al., 2002). Asimismo, muestra una alta fiabilidad test-retest, indicando estabilidad de las puntuaciones cuando los síntomas del paciente no cambian. En cuanto a validez, el OCI-R tiene buena validez convergente con otras medidas de TOC (p. ej., correlaciona fuertemente con Y-BOCS y MOCI) y también una validez discriminante aceptable, logrando diferenciar pacientes con TOC de aquellos con otros trastornos de ansiedad (Foa et al., 2002). De hecho, estudios de validación encontraron que el OCI-R discriminaba bien entre TOC y trastornos de ansiedad distintos, con patrones de puntuación coherentes con la presentación clínica (por ejemplo, pacientes con TOC de acumulación elevan especialmente los ítems de acumulación) (Foa et al., 2002). La estructura de seis factores fue confirmada mediante análisis factorial confirmatorio, apoyando que cada subescala mide un dominio independiente dentro del espectro obsesivo‑compulsivo (Foa et al., 2002).

Otra ventaja del OCI-R es su sensibilidad al cambio clínico: ha demostrado captar reducciones en síntomas tras intervenciones exitosas, correlacionándose con mejorías en depresión, ansiedad general y funcionamiento global (Benito & Storch, 2011); (Overduin & Furnham, 2012). Por ejemplo, en un estudio el OCI-R reflejó significativamente la mejoría tras TCC intensiva para TOC, aunque curiosamente no fue sensible a cambios en el nivel de insight del paciente (es decir, la escala registra la reducción de los síntomas pero no cuánto ha cambiado la auto‑conciencia del paciente sobre lo irracionales que son). Esto sugiere que el OCI-R se centra en la carga sintomática más que en aspectos metacognitivos (Benito & Storch, 2011); (Overduin & Furnham, 2012).

Uso e interpretación clínica

Dado su brevedad, el OCI-R es práctico tanto en entornos clínicos (consultorio, atención primaria) como en investigaciones con grandes muestras. Un puntaje total elevado indica mayor severidad global; por lo general, se ha observado que personas con TOC puntúan en promedio alrededor de 28 puntos (desviación estándar ≈13) en el OCI-R, mientras que individuos sin TOC puntúan mucho más bajo (Foa et al., 2002).

Se han propuesto puntos de corte para propósitos de cribado: 21 puntos o más en el OCI-R total suelen considerarse indicativos de probable TOC, optimizando la sensibilidad y especificidad diagnóstica (Foa et al., 2002) (Senanayake et al., 2018). Por ejemplo, Foa et al. sugirieron originalmente ≥21 como puntuación donde la mayoría de pacientes con TOC caen (en su muestra clínica) (Foa et al., 2002).

Estudios posteriores en distintas poblaciones han corroborado valores en ese rango: una validación en Sri Lanka halló un corte de 21 con sensibilidad ≈84% y especificidad ≈86% para distinguir pacientes con TOC de controles sanos (Senanayake et al., 2018).

Estos hallazgos respaldan el uso del OCI-R como instrumento de tamizaje comunitario. Sin embargo, al interpretar los resultados conviene considerar las subescalas: por ejemplo, un paciente con TOC puede obtener un puntaje total moderado pero proveniente casi enteramente de la subescala de obsesiones puro, lo cual orienta al clínico a indagar ese tipo de pensamiento intrusivo específico. En cambio, alguien con puntuación similar pero repartida en lavado y verificación presenta un perfil distinto que quizá implica otros abordajes en terapia (p.ej., diseño de exposiciones diferentes).

Cultural y traducciones

El OCI-R ha sido traducido y validado en numerosos idiomas y culturas (España, Alemania, China, Irán, entre otras), generalmente conservando sus buenas propiedades psicométricas (Senanayake et al., 2018).

En las adaptaciones se suele cuidar que los ítems sean culturalmente relevantes (por ejemplo, adaptar ejemplos de supersticiones o acumulación a la realidad local).

Los autores originales recomiendan que toda versión traducida pase por un proceso riguroso de adaptación cultural y evaluación de validez para asegurar que mide correctamente los síntomas en el contexto dado (Foa et al., 2002); (Senanayake et al., 2018).

En español existe una versión validada (versión española del OCI-R) con resultados comparables a la versión inglesa en cuanto a fiabilidad y estructura factorial.

Por tanto, el OCI-R representa un instrumento de autoinforme balanceado entre amplitud de contenido y brevedad, apropiado para uso clínico rutinario (por ejemplo, rellenado en sala de espera antes de la sesión) y para investigación epidemiológica o de resultados terapéuticos.

Inventario Obsesivo-Compulsivo de Maudsley (MOCI)

El Inventario Obsesivo-Compulsivo de Maudsley (MOCI, Maudsley Obsessional-Compulsive Inventory) es uno de los primeros cuestionarios autoadministrados desarrollados específicamente para evaluar síntomas obsesivo-compulsivos. Fue creado por Hodgson y Rachman en 1977 en el contexto del Maudsley Hospital de Londres, y durante décadas fue ampliamente utilizado tanto en clínica como en investigación. (Overduin & Furnham, 2012)

El MOCI consta de 30 ítems en formato dicotómico (respuestas “Verdadero”/“Falso” o “Sí/No”), que indagan la presencia de distintos pensamientos y comportamientos característicos del TOC. Sus ítems se agrupan tradicionalmente en cuatro subescalas o categorías de síntomas(Sánchez-Meca et al., 2011):

Comprobación
p. ej., ¿Tiende a verificar reiteradamente que cerró puertas o llaves de gas?
Limpieza
p. ej., ¿Siente la necesidad de lavarse las manos muchas veces al día?
Lentitud/rituales de lentificación
alude a patrones de lentitud excesiva en tareas por meticulosidad ritual.
Duda/rumiación
tendencia a la indecisión y la duda obsesiva.

Cada respuesta afirmativa indica la presencia del síntoma referido, por lo que la puntuación total se obtiene sumando las respuestas “patológicas”. Un puntaje total más alto implica mayor cantidad de rasgos obsesivo-compulsivos presentes.

Características psicométricas

Al ser un instrumento pionero, el MOCI ha sido exhaustivamente estudiado en cuanto a fiabilidad. Una revisión metaanalítica de 51 estudios reportó que la consistencia interna promedio del MOCI (versión de 30 ítems) es aceptable, con un alfa de Cronbach alrededor de 0,76 en promedio (Sánchez-Meca et al., 2011).

Este valor sugiere una fiabilidad moderada, menor que la de cuestionarios más recientes como el OCI-R, lo cual puede atribuirse en parte al formato dicotómico (que limita la varianza) y a la heterogeneidad de ítems.

La fiabilidad test-retest también se ha reportado adecuada en poblaciones clínicas, y el instrumento distingue consistentemente entre pacientes con TOC y grupos control, apoyando su validez concurrente (Hodgson & Rachman, 1977).

Sin embargo, se han señalado algunas limitaciones psicométricas: por ejemplo, ciertas investigaciones encontraron que las subescalas del MOCI están altamente intercorrelacionadas, indicando redundancia en el contenido de los ítems (Overduin & Furnham, 2012)(Overduin & Furnham, 2012). Esto sugiere que aunque nominalmente hay cuatro dominios, en la práctica podrían reflejar uno o dos factores principales (obsesividad general).

Asimismo, el MOCI no cubre completamente algunas dimensiones importantes: por ejemplo, no incluye ítems específicos sobre acumulación/hoarding, ni sobre pensamientos intrusivos de tipo agresivo o moral que no se manifiesten en conductas observables. Tales lagunas reducen su capacidad para evaluar la heterogeneidad del TOC (Overduin & Furnham, 2012)(Overduin & Furnham, 2012).

Uso actual y relevancia

A pesar de sus limitaciones, el MOCI sentó un precedente importante y aún es utilizado en ciertos contextos. En investigación, su formato simple (sí/no) fue útil para cribados rápidos y estudios poblacionales en décadas pasadas. Incluso hoy, algunas encuestas epidemiológicas lo emplean (o versiones abreviadas) por su facilidad de aplicación en muestras grandes. No obstante, muchos clínicos han migrado hacia instrumentos más nuevos con escalas Likert, que brindan información de severidad además de la mera presencia. Un problema del MOCI es justamente que confunde número de síntomas con severidad: un puntaje alto puede significar que la persona tiene muchos síntomas leves, o unos pocos síntomas muy severos (pero marcó “Sí” porque los tiene) (Overduin & Furnham, 2012) (Overduin & Furnham, 2012). Por ello, interpretar su puntuación requiere cautela; no provee una medida granular de la intensidad del malestar o frecuencia, solo de cantidad de manifestaciones.

En la práctica clínica, el MOCI puede servir como cuestionario breve para que el paciente llene en la sala de espera, ayudando al terapeuta a detectar áreas problemáticas rápidamente. Dada su antigüedad, existe una versión en español desde los años 1980 (adaptación de Ávila-Espada, 1986), la cual ha sido utilizada en estudios hispanohablantes (Psicopsi, s.f.) (The Maudsley Obsessive-Compulsive Inventory…, s.f.). En dicha versión se tradujeron ítems manteniendo las cuatro dimensiones originales (“comprobación”, “limpieza”, “lentificación” y “duda”) (Scribd, s.f.). Se encontró que la versión española conserva la capacidad discriminativa del original (incluso se observó que pacientes con TOC puntuaban significativamente más alto que pacientes con otros trastornos de ansiedad) (Psiquiatría.com, s.f.). No obstante, al igual que el original, presentaba una consistencia interna algo modesta (alfas en torno a 0,70) y elevadas correlaciones entre subescalas, lo que sugiere que las divisiones de contenido no son del todo ortogonales. En síntesis, el MOCI es un instrumento histórico valioso por haber inaugurado la medición objetiva en TOC, y aún utilizable en contextos específicos; pero actualmente ha cedido protagonismo a escalas más nuevas y refinadas. Su legado perdura en el desarrollo de otros inventarios: por ejemplo, deficiencias del MOCI motivaron la creación de la Vancouver Obsessional-Compulsive Inventory (VOCI), un cuestionario publicado en 2004 que amplió contenidos (añadiendo ítems de acumulación, etc.) y empleó respuestas Likert para mejorar la sensibilidad (Overduin & Furnham, 2012) (Overduin & Furnham, 2012). Incluso versiones revisadas del MOCI se han explorado para modernizar su alcance, pero hoy suele recomendarse usarlo principalmente con fines comparativos históricos o cuando se requiera una medida muy breve de tamizaje.

Otras escalas autoinformadas relevantes en TOC

Además de Y-BOCS, OCI-R y MOCI, existen otros cuestionarios autoinformados que han sido desarrollados para evaluar distintos aspectos o dimensiones del TOC. A continuación se describen brevemente algunos de los más destacados:

Inventario de Padua (PI) y revisiones posteriores

El Padua Inventory fue creado por Sanavio en 1988 como un extenso cuestionario de síntomas obsesivo‑compulsivos. Su versión original contenía más de 60 ítems, abarcando una amplia gama de obsesiones y compulsiones. Con el tiempo, se han publicado al menos cuatro versiones del Inventario de Padua, muchas de las cuales siguen en uso en investigación (Overduin & Furnham, 2012).

Entre ellas están la Versión Revisada de Padua (PI‑R, Van Oppen et al., 1995) de 41 ítems y la Revisión de la Universidad de Washington (PI‑WSUR, Burns et al., 1996) de 39 ítems, que intentaron depurar ítems redundantes y mejorar la estructura factorial (Overduin & Furnham, 2012).

Más recientemente, investigadores alemanes propusieron la Revisión Palatina del Padua (PI‑PR, Gönner et al., 2010) con 24 ítems agrupados en 6 subescalas (contaminación y lavado, verificación, numerología, arreglo personal, rumiación y daño) (Overduin & Furnham, 2012).

En general, los inventarios tipo Padua buscan proporcionar una medición dimensional detallada de síntomas, aunque su longitud puede ser un obstáculo en la práctica clínica rutinaria. Sus propiedades psicométricas suelen ser sólidas en cuanto a consistencia interna, pero algunas versiones han mostrado problemas de validez discriminante (por ejemplo, cierta dificultad para separar las obsesiones de las preocupaciones generales en el caso de la versión original) según señalamientos de Freeston et al. (1994). A pesar de ello, el Inventario de Padua y sus derivados han sido muy influyentes y continúan utilizándose para fines de investigación y comparación histórica.

Vancouver Obsessional-Compulsive Inventory (VOCI) y VOCI-Revisado

El VOCI fue desarrollado en 2004 (Thordarson et al.) precisamente para actualizar el MOCI. Consta de 55 ítems tipo Likert que cubren múltiples dominios del TOC, incluyendo áreas descuidadas por el MOCI como las obsesiones agresivas y la acumulación.

En 2010 se introdujo una versión abreviada, el VOCI-R de 30 ítems, con cinco subescalas(Overduin & Furnham, 2012):

  • Contaminación
  • Comprobación
  • Acumulación
  • Orden/simetría
  • Obsesiones violentas o moralmente repugnantes

Esta revisión mostró excelente consistencia interna (α ≈ 0,89) y mantuvo la capacidad de evaluar las dimensiones principales del TOC de forma eficiente (Overduin & Furnham, 2012).

Un aporte importante del VOCI es la inclusión de la subescala de acumulación, anticipando la consideración moderna del trastorno de acumulación (hoarding) como relacionado al TOC. También aborda explícitamente obsesiones de contenido dañino o socialmente inaceptable, que en otros cuestionarios quedaban diluidas. El VOCI ha sido validado en varios idiomas (incluido el español de forma no oficial) con buenos indicadores, si bien es menos usado que el OCI‑R o la Y‑BOCS en la literatura clínica.

Dimensional Obsessive-Compulsive Scale (DOCS)

Publicada por Abramowitz et al. en 2010, la Escala Obsesivo-Compulsiva Dimensional (DOCS) representa un enfoque contemporáneo a la medición del TOC. Consta de 20 ítems divididos en cuatro subescalas de 5 ítems cada una, correspondiendo a cuatro dimensiones amplias de síntomas:

  1. Contaminación: miedo a la contaminación y limpieza excesiva.
  2. Responsabilidad por daño y verificación: preocupación por causar o no prevenir daños, con compulsiones de comprobación.
  3. Obsesiones inaceptables: pensamientos intrusivos de contenido violento, sexual o blasfemo, con conductas de neutralización mental.
  4. Simetría/orden: necesidad de exactitud, simetría, conteo o arreglo.

(Overduin & Furnham, 2012)(Abramowitz et al., 2010)

Lo innovador del DOCS es que cada subescala evalúa la severidad de la dimensión desde múltiples ángulos: frecuencia/intensidad de pensamientos, evitación de situaciones, malestar asociado y tiempo invertido. De esta forma, el DOCS evita algunos problemas de instrumentos previos señalados por Abramowitz et al. (2010), como no confundir número de síntomas con severidad y considerar la conducta de evitación (que puede enmascarar la gravedad real) (Abramowitz et al., 2010)(Overduin & Furnham, 2012).

Efectivamente, si una persona evita completamente los desencadenantes de una obsesión, podría puntuar bajo en frecuencia de compulsiones, pero su interferencia en la vida es alta; el DOCS capta esto mediante ítems específicos de evitación y malestar.

Las propiedades psicométricas reportadas del DOCS son excelentes: consistencia interna alrededor de 0,90, buena validez convergente (correlaciona ≈0,70 con Y-BOCS) y una estructura factorial muy clara en cuatro factores concordantes con las dimensiones teóricas. Se ha encontrado también alta sensibilidad al cambio, similar a Y-BOCS, en intervenciones cognitivas. Por ejemplo, en estudios, reducciones del ≈45–50% en la puntuación del DOCS se asocian a remisión clínica, valores congruentes con criterios en Y-BOCS.

Debido a su planteamiento dimensional, algunos autores han propuesto al DOCS como un posible “nuevo estándar” complementario o alternativo a Y-BOCS para ciertos propósitos (Y-BOCS: The dimensional structure revisited, s.f.)(Y-BOCS: The dimensional structure revisited, s.f.).

Sin embargo, su uso aún se expande gradualmente; en la práctica muchos clínicos siguen familiarizados con Y-BOCS, usando el DOCS más en investigación o con pacientes que presentan sintomatología heterogénea no bien captada por las escalas tradicionales.

Escalas de creencias obsesivas (OBQ)

Si bien se apartan de la medición directa de síntomas, merecen mención los Obsessive Beliefs Questionnaires (OBQ) desarrollados por el OCD Cognitive Workgroup de la APA. Estas escalas (publicadas en 2003 y revisadas en 2005 y 2011) evalúan las creencias y actitudes disfuncionales que suelen subyacer al TOC, como la sobreestimación de la amenaza, las creencias de responsabilidad excesiva, la importancia dada a los pensamientos y la necesidad de controlarlos.

Son autoinformes de 44 ítems (versión completa) o 20 ítems (versión breve OBQ-20) donde el paciente indica su grado de acuerdo con frases como Si no controlo un pensamiento intrusivo, significa que aceptaré o realizaré la acción que implica. Estas herramientas complementan la evaluación de síntomas al ofrecer un perfil cognitivo del paciente; por ejemplo, puntajes altos en responsabilidad y perfeccionismo pueden guiar intervenciones cognitivas específicas.

El OBQ ha mostrado buena fiabilidad (α > 0,90) y correlaciona significativamente con la severidad del TOC, aunque discrimina más los componentes cognitivos que los sintomáticos. Guías clínicas (p.ej., APA) recomiendan su uso para personalizar la terapia más que para diagnóstico.

Otros instrumentos

Existen otros cuestionarios autoinformados menos difundidos o para poblaciones específicas.

Inventario de Yale-Brown para niños (CY-BOCS)
Adaptación de la Y-BOCS para población infanto-juvenil, combinando autoinforme con entrevista de padres.
Vancouver Obsessional Compulsive Inventory – Versión de adolescentes (VOCI‑Y)
Permite evaluar TOC en jóvenes mediante autoinforme adaptado a su nivel de desarrollo.
OCI‑CV (Versión Infantil del OCI)
Instrumento de autoinforme para la evaluación de TOC en población infantil, con ítems adecuados a la etapa de desarrollo.
Escala de Acumulación SI‑R
Escala ad hoc especializada en cuantificar síntomas de acumulación patológica.
Escala de Dismorfia Corporal (BDD‑YBOCS)
Evalúa síntomas obsesivo‑compulsivos relacionados con la imagen corporal en el trastorno dismórfico corporal.
Escala de Fusión Pensamiento‑Acción (TAF Scale)
Mide la tendencia cognitiva relevante en TOC de creer que pensar algo equivale moralmente a hacerlo o aumenta su probabilidad; complementa la evaluación de síntomas con un enfoque metacognitivo.

Aunque estos trastornos se consideran relacionados al TOC, sus instrumentos comparten la lógica de autoinforme.

En resumen, el panorama de cuestionarios autoinformados para TOC es amplio. Desde instrumentos generales como Y‑BOCS, OCI‑R, MOCI y DOCS, hasta escalas especializadas en dimensiones o creencias específicas, el clínico e investigador cuentan con múltiples opciones. La selección dependerá de los objetivos de la evaluación (diagnóstico, caracterización dimensional, línea base para tratamiento, etc.), del tiempo disponible (escalas breves vs. extensas) y de las características del paciente (edad, nivel educativo, insight). En la siguiente sección (4.2.6) se discutirán criterios para elegir entre estas herramientas y consideraciones para su aplicación efectiva.

Consideraciones psicométricas y elección del instrumento

Al enfrentarse a diversos cuestionarios autoinformados sobre TOC, es crucial que el profesional considere varios factores para elegir la herramienta más apropiada y asegurar una interpretación válida de los resultados. A continuación se abordan algunas consideraciones clave:

Fiabilidad y validez

Casi todas las escalas mencionadas han pasado por procesos de validación. Instrumentos consagrados como la Y-BOCS, OCI-R, MOCI, DOCS, VOCI, etc., muestran buenos indicadores psicométricos en general (validez de constructo, convergencia con otros instrumentos, etc.).

No obstante, existen diferencias: por ejemplo, la Y-BOCS y el DOCS tienden a ofrecer medidas más precisas de severidad, mientras que cuestionarios como el MOCI o el Padua se centran en conteos de síntomas.

Si se busca sensibilidad al cambio, escalas con gradación Likert (Y-BOCS, OCI-R, DOCS) pueden reflejar mejor pequeñas mejorías que un instrumento dicotómico.

También es importante verificar si el instrumento está validado en el idioma y cultura del paciente; el uso de versiones traducidas no validadas conlleva riesgo de medir incorrectamente. Afortunadamente, en español se dispone de adaptaciones validadas de Y-BOCS, OCI-R, DOCS, entre otros (e.g., Versión española del DOCS con propiedades equivalentes a la original, α≈0.94, Fournet et al., 2018). Siempre que sea posible, se debe optar por la versión validada localmente, o en su defecto realizar una adaptación cuidadosa.

Propósito de la evaluación

  • Para diagnóstico o cribado inicial, puede ser útil una escala de tamizaje breve. Por ejemplo, el OCI-R con 18 ítems es manejable en atención primaria para sugerir la presencia de TOC (recordando su punto de corte ~21) (Greenspace Health). El MOCI, pese a ser más antiguo, también ha sido usado en tamizajes rápidos.
  • En cambio, para medir severidad basal y hacer seguimiento del tratamiento, la Y-BOCS es muy indicada por su riqueza de información clínica (obsesiones vs compulsiones, dimensiones de interferencia, etc.), aunque requiere más tiempo y entrenamiento para su administración óptima. El DOCS puede ser otra opción moderna para severidad global, proporcionando además un perfil dimensional que ayuda a personalizar la terapia (p. ej., si puntúa más alto en contaminación, enfocar ahí las exposiciones).
  • En investigación de resultados, suele recomendarse incluir al menos una medida estandarizada de severidad (Y-BOCS o DOCS) junto con alguna escala autoinformada complementaria (OCI-R para subtipos, o OBQ para creencias, según la hipótesis del estudio).

Facilidad de uso y carga para el paciente

Los cuestionarios varían en longitud y complejidad. Escalas breves minimizan la fatiga del respondiente y pueden repetirse con más frecuencia. Por ejemplo, pasar un OCI-R cada mes es factible sin agobiar al paciente (Greenspace, s. f.) (Greenspace, s. f.), mientras que repetir una Y-BOCS con entrevista semanal podría ser poco práctico.

Para pacientes con menor nivel educativo o con deterioro cognitivo, cuestionarios concisos y con lenguaje sencillo (como MOCI o ciertas versiones reducidas de Padua) podrían ser más apropiados. En adolescentes o niños, es fundamental emplear las versiones adaptadas a su edad (CY-BOCS, etc.) con preguntas comprensibles.

También debe considerarse el formato de respuesta: algunos pacientes pueden preferir marcar en papel, otros en formato digital. Hoy en día, muchas escalas están disponibles en plataformas electrónicas que automatizan la puntuación, lo cual reduce errores de calificación y facilita el monitoreo (por ejemplo, aplicaciones móviles que administran el OCI-R y grafican el progreso).

Limitaciones y sesgos

Como se mencionó en 4.2.1, los autoinformes en TOC pueden verse afectados por sesgos de memoria, minimización o deseabilidad social. Un paciente con TOC puede subestimar sus síntomas por vergüenza o sobrestimarlos debido a su tendencia perfeccionista y autocrítica.

Por ello, es recomendable que el clínico revise junto al paciente las respuestas cuando algo parezca incoherente con la entrevista (por ejemplo, si un paciente manifiesta oralmente graves rituales de limpieza pero puntúa “0 = nada” en ítems de lavado, podría ser que interpretó mal la pregunta o quiso aparentar menos problema).

La validez discriminante de algunas escalas también es un punto a vigilar: investigaciones han notado que herramientas como Y-BOCS, OCI-R y DOCS pueden correlacionar con síntomas de depresión o ansiedad general, reflejando que en pacientes con comorbilidad elevada los puntajes podrían inflarse por malestar emocional general (Oliveira et al., 2025).

De hecho, se ha criticado cierta falta de especificidad (“validez discriminante débil”) en estas escalas, aunque en general siguen distinguiendo bien el TOC de otros trastornos cuando se consideran perfiles completos (Oliveira et al., 2025).

Para abordar esta limitación, algunos autores sugieren complementar las puntuaciones con evaluación clínica global, o usar instrumentos adicionales que midan síntomas de ansiedad no específicos, a fin de parcelar cuánto del puntaje se debe al TOC versus a ansiedad general.

Integración de resultados

Ningún cuestionario por sí solo debe tomarse como la “verdad absoluta” sobre el paciente. La buena práctica indica triangular la información: contrastar los resultados del autoinforme con la entrevista clínica, con información de familiares (si disponible) y con la impresión clínica general. Por ejemplo, si un OCI‑R indica puntuaciones altas en “acumulación” pero el clínico no observó tal conducta en la entrevista, podría explorarse más; tal vez el paciente interpretó erróneamente la pregunta o hay comportamientos de acumulación encubiertos que no salieron en la entrevista. Asimismo, puede usarse más de un cuestionario de forma complementaria. Es común en evaluaciones especializadas aplicar tanto la Y‑BOCS (administrada por el terapeuta) como el OCI‑R (autoinforme del paciente); la primera brinda la medida estándar de severidad global, y el segundo perfila síntomas específicos y sirve de segunda opinión desde la perspectiva del paciente. Si hay discrepancias marcadas (p. ej., Y‑BOCS indica TOC leve pero OCI‑R alto), vale la pena indagar las razones: podrían ser diferencias de contexto (la Y‑BOCS evalúa última semana vs OCI‑R último mes), grado de insight o sinceridad, etc. También es importante comunicar los resultados al paciente de manera psicoeducativa, en el sentido de ayudarle a entender su trastorno: ver gráficamente la puntuación puede motivar al paciente en la terapia (por ejemplo, mostrando que de 40 puntos ahora está en 20 tras varias sesiones de ERP, reforzando así la adherencia).

En conclusión, los cuestionarios autoinformados son herramientas poderosas en la evaluación del TOC, siempre que se seleccionen y utilicen juiciosamente. El clínico debe tener en cuenta las propiedades de cada instrumento, el contexto del paciente y las metas de la evaluación. Usados en conjunto con la evaluación clínica, permiten cuantificar con rigor la experiencia obsesivo‑compulsiva del individuo, guiar la planificación del tratamiento (identificando los dominios problema) y monitorear objetivamente el camino hacia la mejoría. A medida que la investigación avanza, surgen refinamientos (nuevas escalas, versiones digitales, EMA en tiempo real) que seguirán mejorando la precisión con que medimos un trastorno tan complejo como el TOC (Oliveira et al., 2025) (Oliveira et al., 2025). La elección adecuada e interpretación crítica de estos cuestionarios asegura que esa complejidad pueda ser capturada en números y gráficos que apoyen la toma de decisiones clínicas basadas en evidencia.

Continuar leyendo
Entrevistas estructuradas
Registros clínicos y diarios de síntomas
Métodos cualitativos
Trastornos del sueño, ritmos circadianos y TOC
Errores de diagnósticos frecuentes y pitfalls clínicos