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Panorama general de los trastornos relacionados con el TOC

Además del Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) en sí, las clasificaciones actuales reconocen un grupo de trastornos estrechamente relacionados con el TOC, que comparten con este ciertas características clínicas (por ejemplo, pensamientos o comportamientos repetitivos)(Stein et al., 2016) (American Psychiatric Association, 2013). El DSM-5 (2013) creó la categoría de “Trastornos obsesivo-compulsivos y relacionados”, en la cual incluyó, junto al TOC, a trastornos como el trastorno de acumulación (hoarding disorder), el trastorno dismórfico corporal (TDC o dismorfia corporal), la tricotilomanía (trastorno de arrancarse el cabello) y el trastorno de excoriación (skin picking) (American Psychiatric Association, 2013). De forma similar, la CIE-11 de la OMS agrupa en un mismo espectro al TOC y a estos trastornos, e incluso incorpora otros diagnósticos afines como la ansiedad por enfermedad (hipocondría) y el síndrome de referencia olfativo (preocupación por emitir mal olor corporal) dentro de la categoría de trastornos obsesivo-compulsivos y relacionados(Stein et al., 2016). (Cabe destacar que otros trastornos con cierta relación, como el trastorno de Tourette o el trastorno de personalidad obsesivo-compulsiva, se consideran entidades distintas y se clasifican en otros apartados, aunque se reconocen sus vínculos con este espectro(Stein et al., 2016)).

Los trastornos relacionados con el TOC comparten típicamente la presencia de conductas o pensamientos repetitivos que resultan difíciles de controlar y que generan malestar o deterioro en la persona. Sin embargo, cada uno presenta particularidades en su fenomenología. Por ejemplo, en el TOC clásico predominan las obsesiones (pensamientos intrusivos, no deseados y egodistónicos) y las compulsiones (conductas repetitivas realizadas para aliviar la ansiedad de las obsesiones); en cambio, en otros trastornos del espectro puede que no haya obsesiones tan definidas. Algunos, como la tricotilomanía o la excoriación, se caracterizan más por comportamientos motores repetitivos centrados en el cuerpo (arrancarse pelo, rascarse la piel) y por impulsos o urgencias difíciles de resistir, más que por ideas intrusivas elaboradas (American Psychiatric Association, 2013). Otros, como el trastorno de acumulación, implican patrones cognitivos particulares (p. ej., apegos y creencias acerca de posesiones) que difieren de las obsesiones típicas del TOC. A continuación, se describen en detalle los principales trastornos relacionados con el TOC, sus características clínicas, epidemiología, y su relación y diferenciación con el TOC.

Trastorno de acumulación

El trastorno de acumulación es una condición caracterizada por la dificultad persistente para descartar o desprenderse de posesiones, independientemente de su valor real, acompañada a menudo por una adquisición excesiva de objetos que no son necesarios (American Psychiatric Association, 2013). Como consecuencia, las pertenencias se acumulan hasta saturar o clutter los espacios de la vivienda, interfiriendo en su uso funcional y provocando un marcado deterioro en la calidad de vida de la persona y su familia (American Psychiatric Association, 2013). La persona con este trastorno suele experimentar una intensa necesidad de conservar sus objetos y un malestar significativo ante la idea de tirarlos (American Psychiatric Association, 2013). A diferencia del coleccionismo organizado, que tiene un propósito y valor subjetivo claro, la acumulación patológica suele implicar la retención desorganizada de artículos comunes o sin valor aparente, simplemente por la angustia que genera desecharlos (American Psychiatric Association, 2013).

Clasificación y relación con el TOC

Históricamente, la acumulación patológica fue considerada un posible síntoma tanto del TOC como del trastorno de personalidad obsesivo-compulsiva (en DSM-IV era un criterio de este último). Sin embargo, investigaciones en las últimas décadas demostraron que el perfil de la acumulación difiere notablemente del TOC típico, por lo que el DSM-5 la reconoció como diagnóstico independiente dentro de los trastornos relacionados con el TOC (American Psychiatric Association, 2013).

A diferencia del TOC, donde las obsesiones son egodistónicas (el paciente las reconoce como indeseadas o irracionales), en el trastorno de acumulación es común que las creencias sobre la necesidad de guardar objetos sean egosintónicas o al menos no vividas como intrusivas: el individuo suele justificar el valor potencial de sus pertenencias o teme necesitar el objeto en el futuro, mostrando frecuentemente pobre insight acerca del problema (Worden & Tolin, 2022).

La acumulación tiende a ser más crónica y progresiva, iniciándose habitualmente en la adolescencia temprana y agravándose con cada década de vida. De hecho, muchas personas solo desarrollan un entorno significativamente caótico en la mediana edad o vejez, cuando se han acumulado décadas de objetos y a veces han disminuido los apoyos familiares que ayudaban a controlar la acumulación (International OCD Foundation, 2021).

Prevalencia e impacto

Estudios epidemiológicos recientes indican que el trastorno de acumulación es relativamente frecuente, con una prevalencia aproximada en adultos de alrededor del 2.5% de la población (IC 95%: 1.7–3.6%), lo que equivale aproximadamente a 1 de cada 40 personas (Postlethwaite, Kellett, & Mataix-Cols, 2019). Este metaanálisis sugiere que el trastorno de acumulación podría ser incluso más común que el TOC en la población general; el TOC afecta aproximadamente al 1–2% de la población (American Psychiatric Association, 2013). No se han hallado diferencias significativas entre hombres y mujeres en cuanto a su frecuencia, afectando a ambos sexos por igual (Postlethwaite et al., 2019).

Suele iniciarse en torno a los 11–15 años, pero rara vez se diagnostica en etapas tempranas; el problema se agrava con el tiempo y a menudo la edad media de diagnóstico es más tardía, cuando el nivel de acumulación genera ya graves consecuencias funcionales (International OCD Foundation, 2021). El impacto en la vida diaria es severo: las personas con trastorno de acumulación pueden vivir en espacios insalubres o poco seguros debido al hacinamiento de objetos, tienen dificultades para recibir visitas en casa o mantener una vida familiar normal, y la condición se asocia a menudo con un deterioro en la salud física (p. ej., riesgos de caídas, incendios, insalubridad) y mental. De hecho, estudios han mostrado que la carga de discapacidad por acumulación es comparable a la de otros trastornos mentales serios, afectando dominios sociales, ocupacionales y de salud (Worden & Tolin, 2022).

Comorbilidades y diagnóstico diferencial

Es frecuente que el trastorno de acumulación coexista con otros trastornos mentales. Aproximadamente un 20% de las personas con trastorno de acumulación cumplen también criterios para TOC simultáneamente (Worden & Tolin, 2022). También se observan altas tasas de depresión mayor (se reporta en alrededor de 50% de los casos), y de otros trastornos de ansiedad como la ansiedad generalizada o fobias (Worden & Tolin, 2022) (Hoarding Disorder: Development in Conceptualization..., s. f.).

A nivel de rasgos de personalidad, la acumulación patológica puede coincidir con ciertos rasgos esquizotípicos, evitativos o paranoides (Hoarding disorder, s. f.), pero hay que distinguirla del trastorno de personalidad obsesivo-compulsiva (TPOC): en este último, el individuo puede acumular por un estilo avaro/perfeccionista, pero no presenta necesariamente el mismo nivel de clutter ni de deterioro funcional que en el trastorno de acumulación; además, en el TPOC la persona suele justificar su comportamiento como parte de su forma de ser (egosintónico) y no tiene la angustia característica que algunos acumuladores sí experimentan cuando enfrentan la posibilidad de desechar algo.

Diferenciar la acumulación patológica de un coleccionismo benigno o de prácticas culturalmente aceptadas de guardar objetos también es importante: en el trastorno, la acumulación es desorganizada, de objetos de escaso valor para la mayoría, y con claras consecuencias negativas, a diferencia del coleccionista que cataloga y disfruta sus adquisiciones sin afectar gravemente su funcionalidad (Hoarding disorder, s. f.). Por último, es clave distinguir si la dificultad de descartar objetos se debe a otro problema subyacente: por ejemplo, en algunos pacientes esquizofrénicos o demencias puede haber acumulación secundaria a desorganización cognitiva; en el trastorno por acumulación la dificultad para desechar es el fenómeno primario.

Bases neuropsicológicas

Investigaciones han encontrado que quienes padecen trastorno de acumulación presentan perfiles cognitivos particulares, incluyendo problemas en la toma de decisiones (por ejemplo, una indecisión extrema al categorizar qué descartar), apegos emocionales inusuales a objetos, así como activaciones cerebrales diferenciales ante decisiones de guardar o desechar posesiones (se han observado patrones distintos de activación en corteza cingulada y áreas asociadas a la valoración emocional de objetos, en comparación con pacientes con TOC sin acumulación). (Worden & Tolin, 2022) Estos hallazgos refuerzan la noción de que la acumulación no es simplemente un subtipo de TOC, sino un síndrome con bases neurobiológicas y genéticas parcialmente diferenciadas, aunque solapadas en cierta medida con las del TOC (por ejemplo, puede compartir la disfunción general en circuitos fronto-estriatales, pero focalizada en circuitos de toma de decisiones y recompensa).

Tratamiento

El tratamiento del trastorno de acumulación ha demostrado ser un desafío. A diferencia del TOC típico, los acumuladores responden de forma menos favorable a los tratamientos estándar del TOC como los ISRS o la exposición con prevención de respuesta.

La terapia cognitivo-conductual específica para acumulación, con técnicas de organización, entrenamiento en descarte y visitas domiciliarias, ha mostrado cierta eficacia, pero los resultados promedio son modestos (Worden & Tolin, 2022).

Parte de la dificultad radica en la menor motivación al cambio y menor insight de muchos pacientes, lo que requiere incorporar estrategias motivacionales y de apoyo familiar para lograr mejoras. La detección temprana y la psicoeducación a familiares pueden ser cruciales, dado que muchos pacientes buscan ayuda solo cuando la situación doméstica es extrema.

Tricotilomanía (trastorno de arrancarse el cabello)

La tricotilomanía, o trastorno de arrancarse el cabello, se caracteriza por la conducta recurrente de arrancarse el propio pelo de distintas partes del cuerpo (usualmente cuero cabelludo, cejas, pestañas), lo que conduce a una pérdida notable de cabello. La persona siente repetidamente una urgencia o tensión creciente antes de tirar del cabello, seguida de una sensación de alivio o gratificación al hacerlo (Scientific Reports, 2025). Este ciclo de tensión-alivio refuerza el comportamiento, convirtiéndolo en un hábito difícil de controlar.

Según el DSM-5, para el diagnóstico la conducta de arrancarse el pelo debe provocar malestar clínicamente significativo o interferencia en la vida cotidiana, e ir acompañada de múltiples intentos fallidos de reducir o detener la conducta. Es importante descartar que la pérdida de cabello no se deba a otra condición médica dermatológica.

Perfil clínico y curso

La tricotilomanía suele iniciarse alrededor de la pubertad (entre los 10 y 13 años típicamente), aunque puede presentarse en niños más pequeños o en la adultez. Muchos pacientes desarrollan rituales o preferencias asociados al pelo que tiran (por ejemplo, seleccionar cierto tipo de cabello, morder o jugar con el pelo después de arrancarlo). En ocasiones la persona puede entrar en estados casi automáticos de tironeo (por ejemplo, mientras está absorta en otra actividad como leer o ver televisión), mientras que otras veces el acto es más consciente para aliviar ansiedad o sentimientos negativos. No es raro que las personas intenten ocultar la alopecia resultante usando sombreros, pelucas, maquillaje o evitando situaciones sociales, lo cual refleja la carga emocional y vergüenza asociadas al trastorno (Scientific Reports, s. f.).

En casos crónicos, la tricotilomanía puede provocar complicaciones médicas como irritación cutánea, infecciones o, si hay ingestión de cabello (tricofagia), formación de tricobezoares con riesgo de obstrucción gastrointestinal.

Epidemiología

Estudios poblacionales sugieren que la tricotilomanía afecta aproximadamente a 1–2% de la población general a lo largo de la vida (Thomson et al., 2022) (Scientific Reports, 2025).

Un meta-análisis reciente estimó una prevalencia puntual cercana al 1.14%, con intervalos que van hasta casi 2% dependiendo de los criterios, lo que confirma que se trata de un trastorno no infrecuente (Thomson et al., 2022).

Si se consideran conductas de tironeo de cabello más leves que no cumplen todos los criterios diagnósticos, la prevalencia aumenta a casi 9% de la población (muchas personas han experimentado en algún momento el hábito de jugar o tirar de su pelo, aunque no siempre alcanza severidad clínica) (Thomson et al., 2022).

En cuanto a la distribución por sexo, inicialmente se pensó que era muy predominante en mujeres (dado que en muestras clínicas 80–90% suelen ser de sexo femenino). Sin embargo, la investigación sugiere que esa diferencia de género podría ser menor en la población general: el meta-análisis de Thomson et al. (2022) no encontró una preponderancia femenina significativa en la prevalencia global de tricotilomanía (Thomson et al., 2022), aunque sí parece haber más mujeres buscando tratamiento, posiblemente por factores culturales o porque los hombres tienden a ocultarlo más.

En muestras clínicas amplias, de cualquier modo, las mujeres siguen representando la mayoría de los casos (por ejemplo, en un registro nacional sueco, 85% de los pacientes diagnosticados eran mujeres) (Scientific Reports, 2025).

Relación con el TOC y diferenciación

La tricotilomanía fue clasificada en ediciones previas del DSM como un trastorno del control de impulsos, pero el DSM-5 la reubicó dentro de los trastornos obsesivo-compulsivos y relacionados, reconociendo similitudes con el espectro del TOC. No obstante, su mecanismo psicológico es algo distinto al del TOC clásico. En general, no hay “obsesiones” elaboradas o temores específicos que lleven a la persona a arrancarse el cabello (a diferencia del TOC, donde una obsesión, p. ej. contaminación, conduce a una compulsión, p. ej. lavado de manos). Más bien, la tricotilomanía se encuadra dentro de los llamados comportamientos repetitivos centrados en el cuerpo (BFRB, por sus siglas en inglés), donde una urgencia sensorial o tensión interna impulsa la conducta, y esta a su vez produce placer o alivio inmediato (Scientific Reports, 2025). En este sentido, comparte características con conductas como el rascado patológico (excoriación) o el mordisqueo de uñas, más que con las compulsiones del TOC que suelen responder a miedos ideativos. Una distinción importante es la egosintonía vs egodistonía: en la tricotilomanía, muchas veces el acto de jalar el cabello puede sentirse egosintónico en el momento (pues alivia tensión o produce gratificación), aunque luego genere culpa o vergüenza; en cambio, en el TOC las compulsiones típicamente se realizan para reducir ansiedad pero son claramente egodistónicas (el paciente desearía no tener que hacerlas). Pese a estas diferencias, se considera que la tricotilomanía y el TOC podrían compartir parcialmente vulnerabilidades biológicas (p. ej., disfunciones en el circuito cortico-estriado) y responder a espectros cercanos de tratamientos, lo cual justifica su agrupación en el mismo capítulo diagnóstico (Stein et al., 2016).

Comorbilidades

La tricotilomanía raramente aparece aislada. Más de las tres cuartas partes de pacientes en clínicas presentan al menos otro trastorno psiquiátrico comórbido (Scientific Reports, 2025).

La ansiedad y la depresión son especialmente frecuentes: en un estudio sueco, 65% de los pacientes con tricotilomanía tenían algún trastorno de ansiedad coexistente y 48% presentaban trastorno depresivo mayor (Scientific Reports, 2025).

Los trastornos del neurodesarrollo también aparecían en cerca del 39% (por ejemplo, síntomas de TDAH o rasgos del espectro autista) (Scientific Reports, 2025).

El TOC co-ocurre en una minoría de casos: distintos estudios reportan cifras variables, pero se ha estimado que hasta ~15–20% de quienes tienen tricotilomanía pueden cumplir criterios de TOC en algún momento, aunque la relación exacta sigue investigándose.

Es importante evaluar la presencia de TDC, ya que algunos pacientes con TDC pueden arrancarse el cabello en un intento de corregir algún defecto percibido (por ejemplo, cejas “asimétricas”), en cuyo caso el diagnóstico principal sería TDC y no tricotilomanía. En cambio, en la tricotilomanía pura el motivo no es una preocupación estética específica, sino la compulsión sensoriomotora en sí.

Consideraciones de tratamiento

No existe hasta la fecha ningún fármaco aprobado específicamente por autoridades como la FDA para la tricotilomanía (Scientific Reports, s. f.).

Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), tan eficaces en TOC, han mostrado resultados mixtos en este trastorno. Intervenciones con moduladores glutamatérgicos como la N-acetilcisteína han dado algunos indicios de beneficio en estudios preliminares, aunque con efectos modestos.

El tratamiento de primera línea es conductual, destacándose la técnica de inversión del hábito (habit reversal training) dentro de enfoques de terapia cognitivo-conductual, a menudo combinada con técnicas de entrenamiento en consciencia y prevención de respuesta. Lamentablemente, como señalan revisiones recientes, incluso las intervenciones conductuales muestran solo eficacia limitada y existen barreras para su implementación amplia (Scientific Reports, s. f.).

Muchos pacientes no buscan ayuda profesional hasta pasados muchos años, sea por estigma o porque desconocen que se trata de un trastorno tratable. Todo esto hace que la tricotilomanía siga siendo una condición infradiagnosticada y subtratada, pese a su impacto negativo en la autoestima y la calidad de vida de quienes la padecen (Scientific Reports, s. f.). Se necesitan más investigaciones para desarrollar tratamientos más efectivos y accesibles para este trastorno.

Trastorno de excoriación (rascado patológico de la piel)

El trastorno de excoriación –también conocido como dermatilomanía o skin picking disorder– se caracteriza por la conducta recurrente de rascar, pellizcar o hurgar la piel de uno mismo de forma que se provocan lesiones cutáneas visibles. Al igual que en la tricotilomanía, la persona suele experimentar urgencia o ansiedad antes de rascarse y una sensación de alivio al hacerlo, instaurándose un hábito compulsivo.

Las zonas más comunes son la cara, brazos, manos u otras áreas con imperfecciones percibidas (como costras, espinillas o irregularidades). El rascado excede claramente a un aseo normal de la piel y conduce a costras, cicatrices, infecciones y otras complicaciones dermatológicas. El individuo a menudo ha intentado repetidamente dejar de hacerlo, sin éxito, y siente vergüenza o frustración por el estado de su piel.

Epidemiología

Estudios poblacionales recientes indican que el trastorno de excoriación podría ser más frecuente de lo que inicialmente se pensaba. Un meta-análisis de 19 estudios con más de 38.000 participantes estimó una prevalencia global de excoriación de ≈3,4% en la población general (Farhat et al., 2023). Esta cifra sugiere que hasta 1 de cada 30 personas podría experimentar este trastorno en algún momento.

El mismo análisis encontró una mayor afectación en mujeres: aproximadamente 1,5 mujeres por cada hombre presentan excoriación patológica (OR ≈ 1,45) (Farhat et al., 2023). Esta diferencia de género puede reflejar en parte que las mujeres reportan más conductas de rascado por preocupaciones estéticas de la piel, aunque ambos sexos pueden padecerlo.

La edad de inicio típicamente es la adolescencia o el inicio de la adultez, muchas veces después de una lesión cutánea menor (p. ej., una picadura o acné) que desencadena la conducta de hurgarse de forma compulsiva. Sin embargo, también se han descrito casos infantiles.

Relación con TOC y otros trastornos

La excoriación, al igual que la tricotilomanía, pertenece a los comportamientos repetitivos centrados en el cuerpo dentro del espectro obsesivo-compulsivo (Stein et al., 2016). Comparte con el TOC la naturaleza compulsiva de la conducta (repetitiva, difícil de resistir, a pesar de conocer sus consecuencias negativas). No obstante, de nuevo a diferencia del TOC típico, en la mayor parte de los casos de excoriación no hay una obsesión clara previa al acto de rascarse. Algunas personas describen una sensación incómoda en la piel o un pensamiento del tipo debo quitarme esta imperfección, pero suele ser más un impulso sensorial-motor que un miedo a una catástrofe. Cabe hacer un diagnóstico diferencial cuidadoso con el trastorno dismórfico corporal (TDC): en el TDC la persona puede lesionarse la piel tratando de “arreglar” un defecto percibido, por ejemplo, exprimiendo incesantemente una supuesta imperfección; en tal caso, si la preocupación central es la apariencia, se consideraría TDC con conducta de rascado como compulsión secundaria. En el trastorno de excoriación primario, la motivación no es necesariamente estética, sino aliviar la tensión o lograr una sensación de “remover” algo de la piel, a veces hasta en zonas corporales que no son principalmente estéticas.

El trastorno de excoriación también debe distinguirse de comportamientos de rascado debidos a condiciones médicas dermatológicas (prurito por dermatitis, psoriasis, etc.) o neurológicas. En la excoriación psicógena, las lesiones suelen ser auto-infligidas, con distribuciones accesibles a las manos del paciente, y el dermatólogo nota incongruencia entre la lesión y una patología cutánea conocida.

Comorbilidades

Este trastorno muestra alta comorbilidad con otros problemas. Estudios han encontrado que es común la co-ocurrencia con trastornos de ansiedad y depresivos (las lesiones cutáneas crónicas pueden a su vez agravar síntomas depresivos por la afectación de la imagen corporal). También guarda relación con el trastorno dismórfico corporal; algunas investigaciones sugieren que una proporción de pacientes con excoriación (alrededor de un 15–30%) puede cumplir criterios de TDC, especialmente aquellos muy preocupados por aspectos estéticos de su piel. Inversamente, entre quienes tienen TDC, el hábito de manipular la piel es una de las conductas repetitivas más reportadas (p. ej., manipular granos o imperfecciones reales o imaginadas) (BMC Psychiatry, 2021). Asimismo, la excoriación puede presentarse junto con tricotilomanía (hay individuos con múltiples comportamientos corporales repetitivos, por ejemplo, que se arrancan el cabello y se hurgan la piel). Debe indagarse también el posible consumo de sustancias estimulantes, ya que ciertas drogas (como la metanfetamina) pueden inducir un rascado compulsivo; en esos casos se diagnosticaría preferiblemente excoriación inducida por sustancias.

Curso y consecuencias

Muchas personas con excoriación sienten intensa vergüenza y llevan sus lesiones de piel ocultas (p. ej., usando ropa de manga larga incluso en calor, o maquillaje pesado).

El curso suele ser crónico, con fluctuaciones: períodos de relativa calma interrumpidos por episodios exacerbados de rascado vinculados al estrés, ansiedad o incluso al aburrimiento e inactividad.

Las consecuencias físicas pueden incluir:

  • cicatrices permanentes,
  • cambios en la pigmentación de la piel,
  • infecciones secundarias (como celulitis),
  • y, en casos severos, la necesidad de intervenciones dermatológicas o quirúrgicas para manejar heridas.

Psicológicamente, la presencia de lesiones visibles puede afectar la autoestima y generar aislamiento social (p. ej., evitar intimidad física por miedo al juicio sobre las marcas en la piel).

Tratamiento

Similar a la tricotilomanía, el abordaje más apoyado es la terapia cognitivo-conductual enfocada en inversión del hábito y entrenamiento en respuesta competitiva (por ejemplo, enseñar al paciente a realizar una acción incompatible cuando siente la urgencia de rascarse, como apretar una pelota anti-estrés).

En casos de motivación estética (solapamiento con TDC), combinar con técnicas de reestructuración cognitiva sobre las creencias de apariencia es útil.

A nivel farmacológico, se utilizan con frecuencia ISRS, aunque la evidencia de su eficacia específica es limitada; algunos ensayos han explorado antiepilépticos como la lamotrigina o N-acetilcisteína con resultados preliminares.

En cualquier caso, muchos pacientes pueden beneficiarse de un enfoque multidisciplinario:

Dermatología
Tratamiento de las lesiones cutáneas y prevención de complicaciones dermatológicas.
Psiquiatría/Psicología
Intervención sobre la conducta subyacente de rascado y comorbilidades asociadas.

Dado el componente frecuentemente automático del rascado, intervenciones basadas en mindfulness (conciencia plena) también han mostrado ayudar a algunos individuos a reconocer y frenar el impulso.

Trastorno dismórfico corporal (dismorfia corporal)

El trastorno dismórfico corporal (TDC) es una condición en la cual la persona padece una preocupación obsesiva por uno o más defectos percibidos en su apariencia física, defectos que en realidad o no existen o son evaluados como mínimos por los demás. (American Psychiatric Association, 2013)

A pesar de que para observadores externos la apariencia luzca normal, el individuo con TDC está convencido de que algo en su aspecto es anormal, poco estético o grotesco. Las preocupaciones más comunes suelen girar en torno a:

  • La piel (acné, cicatrices, arrugas).
  • El cabello (calvicie, distribución del vello).
  • La nariz o el rostro en general.
  • La complexión corporal.

Esta obsesión con la imagen lleva a conductas repetitivas para verificar, esconder o mejorar el supuesto defecto, como:

  • Mirarse constantemente en espejos o, por el contrario, evitarlos.
  • Excesivo acicalamiento (maquillaje, peinados que cubren).
  • Buscar reaseguramiento de otros sobre su aspecto.
  • Comparar compulsivamente su imagen con la de otras personas.
  • Cambiarse de ropa reiteradamente.
  • En casos extremos, solicitar múltiples cirugías estéticas buscando corregir la imperfección imaginada.

Estas conductas, junto con las horas de rumiación estética, causan un fuerte deterioro en la rutina diaria, el rendimiento laboral/educativo y las relaciones sociales. (American Psychiatric Association, 2013) (Mayo Clinic, 2019)

Clasificación y particularidades fenomenológicas

El TDC estuvo previamente clasificado entre los trastornos somatoformos (bajo el nombre de dismorfofobia), pero con la introducción del DSM‑5 se incluyó dentro de los trastornos obsesivo-compulsivos y relacionados, reconociendo que su núcleo es más cercano a una obsesión que a una preocupación hipocondríaca. Efectivamente, el tipo de pensamiento en el TDC se considera una obsesión por la apariencia – es intrusivo, difícil de controlar, causante de ansiedad o disgusto – y las conductas antes descritas (revisar en el espejo, arreglarse) funcionan como compulsiones que momentáneamente alivian la ansiedad pero refuerzan el ciclo obsesivo (BMC Psychiatry, 2021).

Un rasgo notable es que a menudo estas creencias pueden alcanzar un nivel delusivo (delirio de fealdad): muchos pacientes con TDC están convencidos de la realidad de sus defectos físicos, incluso frente a la evidencia contraria. El DSM‑5 permite especificar el nivel de insight en TDC (bueno, pobre o nulo/delirante). Aproximadamente la mitad o más de los pacientes con TDC tienen un insight pobre o nulo, creyendo firmemente en sus percepciones distorsionadas de la imagen corporal (BMC Psychiatry, 2021). Esto lo diferencia del TOC típico, donde la mayoría de pacientes reconoce en alguna medida que sus temores son exagerados o irracionales.

Otra especificación en TDC es la presencia de dismorfia muscular: una variante principalmente en varones donde la obsesión se centra en la idea de que el cuerpo es insuficientemente musculoso o demasiado pequeño (aun cuando la persona pueda estar musculosa o en forma) (BMC Psychiatry, 2021). La dismorfia muscular conlleva conductas como entrenamiento excesivo, dietas hiperproteicas o uso de anabólicos, y se considera un subtipo del TDC (DSM‑5 pide especificar “con dismorfia muscular” cuando aplica).

Prevalencia y curso

El TDC es más común de lo que muchos clínicos suponen. Estudios epidemiológicos internacionales estiman que alrededor del 2% de la población general cumple criterios de TDC en un momento dado (Focus, 2015)(BMC Psychiatry, 2021). Una revisión señala un rango de prevalencia puntual entre 1.7% y 2.9%, con un promedio ponderado ~1.9% (BMC Psychiatry, 2021). Estas cifras implican que millones de personas sufren este trastorno, aunque a menudo en silencio.

En poblaciones específicas la prevalencia es aún mayor: por ejemplo, entre pacientes que buscan cirugía cosmética, diversos estudios han encontrado tasas de TDC del 10–15% e incluso hasta 20% en subgrupos (p. ej., candidatos a rinoplastia) (BMC Psychiatry, 2021).

En adolescentes, algunos datos sugieren prevalencias similares o ligeramente superiores a las de adultos (en torno a 2–3%). La distribución por sexo es relativamente equilibrada: a diferencia de muchos trastornos de la imagen corporal, el TDC parece afectar casi por igual a hombres y mujeres en la población general (Unbound Medicine, s. f.)(BMC Psychiatry, 2021). No obstante, existen diferencias en los focos de preocupación: las mujeres con TDC tienden a obsesionarse más con peso, piel, caderas, mientras que los hombres se enfocan en estatura, musculatura, calvicie, etc. (BMC Psychiatry, 2021).

La edad de inicio típica es la adolescencia media (promedio alrededor de 15–16 años) (BMC Psychiatry, 2021), coincidiendo con la etapa de mayor vulnerabilidad respecto a la imagen corporal. Sin intervención, el curso suele ser crónico, con fluctuaciones en intensidad. Muchos pasan años sin ser diagnosticados correctamente, ya que por vergüenza suelen ocultar sus síntomas o consultan más frecuentemente a dermatólogos, cirujanos plásticos y cosmetólogos que a profesionales de salud mental.

Comorbilidades

El TDC se asocia a un alto grado de comorbilidad psiquiátrica. La depresión mayor es extremadamente común — reportada en hasta ~75% de pacientes a lo largo de la vida (BMC Psychiatry, 2021) — posiblemente debido al impacto que la insatisfacción constante con la imagen tiene en el estado de ánimo. Los trastornos de ansiedad también son frecuentes, incluyendo fobia social (el 36% en un estudio) por el miedo al juicio negativo sobre la apariencia (BMC Psychiatry, 2021). Importante en el contexto de este capítulo, la comorbilidad con TOC se ha estimado en alrededor de 30% de los casos de TDC (BMC Psychiatry, 2021). Esto indica que aproximadamente 1 de cada 3 individuos con dismorfia corporal experimentará también síntomas obsesivo-compulsivos más allá de la apariencia (por ejemplo, rituales de otro tipo), sugiriendo cierta superposición en predisposiciones. Otras comorbilidades incluyen trastornos por uso de sustancias (particularmente alcohol, utilizado a veces como “desinhibidor” social frente a la inseguridad física) en cerca del 20%, y trastornos alimentarios en mujeres (aunque si la única preocupación es el peso/grasa corporal, se debe más bien diagnosticar anorexia o bulimia según corresponda, no TDC).

Una consecuencia gravísima del TDC es el riesgo de conductas suicidas. La investigación ha revelado que el nivel de desesperanza e impacto psicosocial en TDC puede llevar a muchos pacientes a considerar o intentar el suicidio. En un estudio prospectivo de Phillips & Menard, 57.8% de pacientes con TDC habían presentado ideación suicida y 2.6% habían intentado suicidarse en el lapso de un año (Phillips et al., 2007). Se ha documentado que entre 15% y 30% de pacientes con TDC pueden intentar el suicidio en algún momento de su vida, tasa notablemente alta que subraya la necesidad de tomar muy en serio este trastorno y evaluar el riesgo suicida regularmente.

Diferencias con otros trastornos

El diagnóstico diferencial principal del TDC es con la preocupación “normal” por la apariencia y con los trastornos alimentarios. Muchas personas sin TDC se sienten insatisfechas con aspectos de su físico; sin embargo, en el TDC la preocupación es desproporcionada, consume varias horas al día, causa un malestar intenso y no se alivia fácilmente con halagos o lógica. La vergüenza suele ser extrema y la persona puede pensar constantemente en su defecto percibido, lo que lo diferencia de alguien simplemente vanidoso o inseguro dentro de rangos comunes.

En cuanto a los trastornos alimentarios (p. ej., anorexia nerviosa), la distinción radica en el foco: si la preocupación se centra específicamente en peso corporal y grasa, con conducta dirigida a adelgazar, entonces se trata de un trastorno alimentario; en cambio, en TDC las preocupaciones pueden ser la nariz, la piel, la simetría facial, etc., y aunque el paciente puede también estar descontento con su peso, típicamente hay otras características físicas en el centro de su obsesión.

Otra diferenciación es con el trastorno delirante tipo somático: en TDC con insight nulo, la convicción de fealdad podría considerarse delirante; la decisión diagnóstica puede depender de la evaluación longitudinal y del contexto – tradicionalmente, si la creencia es fija e inamovible se podría diagnosticar trastorno delirante, pero dado que el TDC ahora contempla el especificador “con creencias delirantes”, es posible mantener el diagnóstico de TDC aunque el paciente esté plenamente convencido de sus defectos.

Por último, debe distinguirse del TOC: un paciente con TOC podría obsesionarse, por ejemplo, con la idea de que su pelo “no está perfectamente peinado” o que cierta ropa está “contaminada” y eso afectar su aspecto, pero en TOC las preocupaciones no se restringen a la apariencia y suelen tener connotaciones de miedo más que de vergüenza estética. En TDC la temática es exclusivamente la apariencia física y el individuo usualmente no presenta otros tipos de obsesiones/compulsiones fuera de esa esfera.

Tratamiento

En resumen, el tratamiento del TDC comparte enfoques con el TOC: la terapia cognitivo-conductual adaptada (especialmente con exposición con prevención de respuesta, por ejemplo, exponerse en público sin camuflar el “defecto” y evitar conductas de revisión) ha mostrado efectividad significativa, al igual que los antidepresivos ISRS en dosis altas, que suelen reducir las ideas obsesivas sobre la apariencia (StatPearls, NCBI Bookshelf).

Lamentablemente, las tasas de utilización de tratamiento siguen siendo bajas: estudios poblacionales indican que menos del 20% de quienes sufren TDC reciben un diagnóstico y tratamiento adecuados (BMC Psychiatry), debido a barreras como la vergüenza del paciente o el hecho de que muchos recurren a tratamientos cosméticos en lugar de psiquiátricos. La psicoeducación y concienciación son cruciales para que más profesionales (dermatólogos, cirujanos) puedan derivar a estos pacientes a salud mental cuando identifiquen signos de dismorfofobia.

Otros trastornos relacionados en el espectro obsesivo-compulsivo

Además de los trastornos detallados arriba, existe un conjunto de condiciones que, dependiendo del sistema diagnóstico o de opiniones de expertos, se consideran parte del “espectro obsesivo-compulsivo” o relacionadas con el TOC:

Ansiedad por enfermedad

Consiste en la preocupación obsesiva por padecer una enfermedad grave, interpretando sensaciones corporales benignas como signos de enfermedad. En el DSM-5 este trastorno se reclasificó fuera del capítulo de TOC (se ubica entre los trastornos somatomorfos), pero en la CIE-11 y en propuestas de algunos autores se lo incluye dentro de los trastornos obsesivo-compulsivos y relacionados debido a las similitudes fenomenológicas (pensamientos intrusivos de estar enfermo y conductas repetitivas de comprobación médica o búsqueda de tranquilidad) (Stein et al., 2016).

La diferencia con el TOC es sutil: en la ansiedad por enfermedad, la creencia de estar enfermo puede ser más fija y centrada exclusivamente en la salud, mientras que en TOC el foco puede variar y típicamente la persona reconoce que sus temores (ej. estoy contaminado) son producto del TOC. Aun así, hay solapamiento y a veces comorbilidad entre TOC y ansiedad por la salud.

Síndrome de referencia olfativo

Es la convicción errónea de emitir un olor corporal desagradable o repugnante, que no es percibido realmente por otros. Esta condición ha sido tradicionalmente considerada una forma de trastorno delirante somático, pero comparte rasgos con el TOC/TDC (una idea obsesiva sobre uno mismo —en este caso, el olor— y conductas como olerse, asearse excesivamente, evitar contactos sociales). La CIE-11 lo incorpora dentro de los trastornos obsesivo-compulsivos y relacionados (Stein et al., 2016).

Clínicamente es importante diferenciar si el paciente tiene suficiente insight como para considerarlo una obsesión vs. un delirio de mal olor corporal.

Trastornos de conducta repetitiva centrada en el cuerpo no especificados

Bajo esta etiqueta se agrupan conductas como la onicofagia (morderse las uñas) u otros hábitos nerviosos repetitivos (morderse los labios, mejillas) que comparten con la tricotilomanía y la excoriación el patrón de conductas autolesivas repetidas. Aunque no tienen entradas propias en DSM-5, se reconocen como comportamientos afines que podrían merecer estudio y potencial inclusión en este espectro.

Acaparamiento de animales

Es una variante del trastorno de acumulación donde la persona colecciona decenas de mascotas o animales, a menudo sin poder brindarles los cuidados adecuados. Se cree que es una presentación especial del trastorno de acumulación (los criterios DSM-5 mencionan especificar si hay acumulación de animales), con implicaciones sanitarias y legales particulares.

En conjunto, la concepción moderna de los trastornos relacionados con el TOC obedece a una visión integrativa: se ha encontrado que estos trastornos comparten ciertos rasgos clínicos, posibles correlatos neurobiológicos (por ejemplo, evidencia de circuitos cerebrales parcialmente traslapados o moduladores neuroquímicos similares implicados, como la serotonina y el glutamato) y responden en cierta medida a estrategias de tratamiento análogas (Stein et al., 2016). Sin embargo, también es evidente que presentan diferencias importantes en su expresión y posiblemente en sus determinantes. La investigación continúa evaluando qué tan homogéneo es este espectro; por ejemplo, si bien el TOC y el TDC comparten la presencia de obsesiones definidas, trastornos como la tricotilomanía o la acumulación muestran dinámicas comportamentales distintas (más cercanas al hábito o la impulsión). Entender estas similitudes y diferencias ayuda a un mejor diagnóstico diferencial y a diseñar intervenciones más específicas. En la práctica clínica, reconocer un trastorno relacionado con el TOC es crucial para brindar al paciente una explicación adecuada de sus síntomas (muchos se sorprenden al saber que su problema –sea acumular objetos, jalarse el cabello o estar obsesionado con un rasgo físico– forma parte de un espectro conocido y tratado por la psiquiatría) y para guiar el tratamiento basándose en la evidencia disponible para cada condición.

En resumen, los trastornos obsesivo-compulsivos relacionados abarcan una variedad de síndromes que van desde compulsiones centradas en el cuerpo (como arrancarse pelo o rascarse piel) hasta preocupaciones obsesivas por la apariencia o la posesión de objetos. Todos ellos conllevan comportamientos repetitivos que generan deterioro, y su estudio conjunto, respaldado por hallazgos científicos recientes, ha permitido una comprensión más matizada de cómo se entrelazan la obsesión, la compulsión, la impulsividad y la ansiedad en diferentes presentaciones clínicas (Stein et al., 2016). Esta comprensión orienta tanto la evaluación diagnóstica (por ejemplo, utilizar entrevistas estructuradas que aborden específicamente síntomas de acumulación, dismorfia, etc.) como el abordaje terapéutico integral que cada caso requiere.

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